Aún teniendo siglos de existencia, la literatura
infantil posee un grado de desconocimiento y tiene cierto descrédito. No sólo
se duda de la existencia de la literatura infantil; con frecuencia también se niega
la necesidad de la misma.
El empeño por esclarecer la literatura infantil va
acompañado de unos criterios necesarios para distinguir esta literatura para
niños de la literatura para adultos. Hay dificultades a la hora de establecer
estos criterios aunque los hechos nos indican claramente que existe un tipo de
literatura destinada a los niños.
Por otra parte, no podemos considerar algunos libros
como literatura infantil por el simple hecho de que puedan gustar a los niños,
ya que pueden no estar escritos para niños y no tener por tanto presentes sus
exigencias. Solo podemos catalogar como literatura infantil, desde sus
orígenes, la que se ideó y se escribió para ellos, ya sea como fruto de
creación o como transformación de la narrativa oral de carácter popular y
tradicional.
No es tan importante el tema y la forma como la
adecuación en una obra de literatura infantil, sobre todo si tenemos en cuenta
que muchos de los libros que hoy en día pueden considerarse parte de la
literatura infantil no fueron escritos inicialmente para niños, sino que fueron
éstos quienes se los apropiaron, previa adaptación o no.
Existen tres espacios según el tipo de obra y sus
características: espacio de equilibrio, espacio de crecimiento y espacio de
revisión. El primero se centra en la fantasía y abarca sobre todo los cuentos
más antiguos, de origen popular, así como la realidad más próxima al niño. El
segundo, en cambio, se basa en la novela de aventuras, pasando al conocimiento
de otras realidades lejanas. El último abarca los temas de denuncia y crítica
social en obras en las que el niño, viéndose identificado muchas veces con el
protagonista, toma conciencia de las injusticias.
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